viernes, 2 de noviembre de 2012

Ese olor

Es viernes, siete horas y media de la tarde. Está todo oscuro y una suave luz de mi salón me alumbra mientras almuerzo. Red Hot Chili Peppers suena de fondo. Posiciono bien cada cosa en su sitio; yo de lado a la luz, el plato frente a mí, la ensalada a mi derecha, frente a mí, después del plato, pongo el pan, y el agua en el suelo, a mi derecha, para poderla coger fácilmente.

Muero.

Cuando despierto, me doy cuenta que miraba dirección al plato enfocando al infinito, con la comida ya fría. Me había quedado embobado mientras pensaba. Mientras pensaba en lo de siempre. Cuando soy totalmente consciente de lo que acaba de suceder extiendo mi brazo sobre la mesa y me acuesto en ella. Sigo pensando. ¿Cómo serían las cosas hoy día si no hubiese ocurrido nada?

Ayer en mi cuarto, mientras me vestía, olí algo que me gustó mucho tanto por el olor en sí como por aquello a lo que me recordaba. No sabía de dónde provenía hasta que me di cuenta de que eran los zapatos. Zapatos que uso bastante poco, sólo cuando llueve fuerte. La última vez que los usé fue en su cuarto de Sevilla, luego los guardé y no los volví a usar, hasta hoy. Desde entonces, en todo el cuarto se puede oler ese olor. Ahora, puedo volver a oler su cuarto, puedo volver a oler su ropa, puedo volver a oler sus sueños… Ahora, puedo oler mis pensamientos.

¿Cómo sería? ¿Cómo estará? Este olor no sale de mi cabeza.






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