martes, 12 de febrero de 2013

Rompe-platos

Había una vez una familia muy humilde que no sabía lo que el futuro les tenía preparado. El hijo mayor, desde hacia unas semanas, cogió la costumbre de romper los platos después de cada comida.

La madre se estaba empezando a preocupar porque cada vez tenían menos platos, mientras que el padre se ponía a buscarlos sin dar nunca con ellos. La rutina era siempre la misma: hacían de comer, preparaban la mesa, comían y todos recogían excepto el hijo mayor, que prefería romper los platos. Fue un día cualquiera cuando su hermana se dio cuenta de lo que sucedía no era otra cosa que al romper su hermano los platos, estos luego no los volverían a poder usar, puesto que los tiraban a la basura.

La hermana rápidamente se dirigió a su padre para contárselo, pero el padre le dijo que no le molestase, que estaba buscando los platos, pero la joven insistió y al padre no le quedó otra que tener que pegarle como forma de castigo. Al ver que su padre hacia caso omiso, se dirigió a su madre e intentó contárselo, pero le dijo que no le molestase, que estaba enumerando los platos que tenían en la encimera.

Llegaron al punto en el que apenas tenían platos, y la familia decidió hacer una reunión. Los padres, al ser mayores y con más experiencia, harían de investigadores y jueces. El hijo mayor, como le habían visto cogiendo muchos platos, sería convocado como ‘experto en platos’, y la hija menor, como había estado molestando mucho, había sido convocada como ‘alborotadora’. En la reunión, los padres expusieron los hechos, y tras decir que no había explicación, cedieron el turno de palabra al experto en platos. Éste, solo pudo decir que quizás los platos estén mal creados, y que lo que hay que hacer es romperlos al terminar de comer para que al tenerlos que volver a usar hayan aprendido la lección.

A los padres les encantó la idea, pero ahora debían de cederle el turno a la hija menor, que era una alborotadora. En su intervención, dijo que su hermano no era ningún experto, sino que era un rompe platos y un mal educado, y que la culpa era suya, ya que al romperlos luego había que tirarlos y no volvían a la encimera. Al terminar su turno, sus padres muy cabreados le dijeron que era una mal educada, que tenía que respetar a su hermano, sobre todo tras exponer una teoría tan maravillosa proveniente de un autentico experto en platos.

Al cabo de los días, la familia se quedó sin platos. Fueron a los vecinos a pedir más platos para romper.


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