Para la deliberación, allá donde quepa. Que si no cabe,
siempre un hueco le podemos hacer, que es justo.
¿Y quién delibera, sino aquel que se juega el sufrimiento?
Estando o no ya en él, acostumbramos a pensar si de ello pudiese salir la baza
mala.
Que a todos se nos llena la boca, pero que difícil es
practicarlo. Libertades que liberan y libertades que atormentan.
Y es así como entramos en un continuo juego, en el que por
decidir disfrutamos y lloramos. Ese juego al que todo animal juega desde que
nace.
Y miramos al cielo y vemos que no tenemos alas, pero sí que
podemos volar. Pues con alas de hierro mismo vamos a saludar al sol.
Todo el mundo teme. Tememos ver cómo no somos únicos, y cómo
los demás nos dan lo mismo que al resto. ¿Es que acaso no era eso para mí?
Sí, para el ser humano. Como conjunto. Como las estrellas en
el firmamento, formando mares en el cielo.
No eres más. Pero alégrate, al menos tampoco eres menos.
¿Qué te salva, pues? Aquel ojo que te mira. Te mira y dice “esto es solo para
ti”.
Entonces dejas de ser un simple punto en el cielo, una
simple estrella, para convertirte en la mejor de las estrellas: en un Sol.
¿Qué hacer cuando deliberamos? ¿Hay acaso una opción buena y
otra mala? Si uno solo quiere un jardín en el que tumbarse.
Pero ahí viene la vida, a decirte que está presente.
Entonces es cuando debes levantarte, debes abandonar el jardín y recorrer un
nuevo sendero.
¿Para no volver? No, para conocer.
Abrir los brazos y dejar que el aire roce tus dedos, para
que cada estimulo vaya desde la punta de tus dedos a eso que llamamos neuronas.
Y que sea tu cerebro el que interprete un minúsculo fragmento
del universo, como ha sido ese aire, para recordar que estamos en posesión de
ese concepto abstracto llamado vida.
Y es curioso que con una infinitésima parte del universo nos
valga para descubrir una verdad universal, que no es otra que la ya mencionada
vida.
Pero así crecemos. Así evolucionamos. ¿Es justo entonces
juzgar desde el infinitésimo conocimiento? Por supuesto que no, y ahí es donde
entran nuestra ansia aventurera.
Aventura, que no es poco.
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