jueves, 8 de diciembre de 2011

Duro camino de vuelta.

A veces, los caminos no son fáciles. A veces, las vueltas no son fáciles. Pero jamás me había enfrentado a un camino de vuelta como el que he hecho hoy. Sin duda algunas es la vez que peor lo he pasado mientras andaba.

Ya el comienzo se me hizo difícil. No era capaz de levantarme y marcharme de aquel lugar donde me dejaron. Solo tras haber pasado un largo tiempo tuve la fuerza suficiente como para iniciar la marcha. Pobre de mí, que no sabía lo que me esperaba. Lo primero que sentí fue soledad. Soledad en todos los sentidos. Soledad por no estar con la persona que quería. Soledad por no estar acompañado. Soledad por luchar solo…

Bajo la lluvia de la soledad, anduve durante todo el camino.

Al menos, al comienzo todo marchaba relativamente bien. No hubo problemas excepto por unos polis que no hacían más que mirarme. Algo lógico pues llevaba las bragas del cuello cubriéndome medio rostro y una cresta más que notoria. Me adelantaron y se reunieron a lo lejos con otro coche de policía. Estuvieron charlando tanto tiempo que hasta les repase, pero no me dio tiempo a darme cuenta cuando vi que los coches reanudaron la marcha. Aun seguían mirándome y uno de ellos, el segundo, incluso llegó a tenderme una pequeña trampa (la cual no voy a explicar ahora) en la que si hubiese caído me hubiesen llevado a comisaria.

Después de de esto comencé a notarme mal; no tenía fuerzas. No supe porqué, pero no tenía fuerzas. Cada paso que daba era más espeso, como si me estuviese adentrando en un camino hecho de colchón. Notaba como los pies se me ralentizaban y que la fricción comenzaba a desaparecer. A los dos minutos ya no podía más, no tenía fuerzas, no podía dar ni un paso.

Continué andando como pude, pero la cosa no iba a mejor. No era capaz de mantener la estabilidad. Parecía ebrio. Aun que no lo dudo, estaba ebrio, pero no de alcohol, sino de locura, de descoordinación, de descontrol… estaba ebrio de ti. Anduve dando tumbos sin saber cómo solucionar el problema. No podía parar, pues sabía que si lo hacía no tendría fuerzas para reanudar la marcha, pero tampoco podía continuar.

En ese momento tenía ganas de sacar fuerzas de donde fuere para continuar con energía. Siempre tengo energía de sobra, pero esa vez agote todas mis reservas. Y las agote en solo menos de media hora de conversación contigo intentando de explicarte lo inexplicable. No tenia energía, pero si un larguísimo camino por hacer.

Tuve que detenerme obligatoriamente tras un semáforo que estaba en rojo con coches circulando, el mismo semáforo que me sirvió de refugio y sobre el que me apoye para poder descansar un poco mientras pesaba en continuar. Me fue dificilísimo reanudar la marcha, pero lo hice.

Todo lo que había en el camino me dificultaba. Cada cuesta abajo me hacia botar. Botes que destruían mi cuerpo y sentía en cada hueso. Cada cuesta arriba me ralentizaba aun más el camino de tal forma que a veces pensaba que incluso iba a detenerme. Por primera vez en mi vida he rodeado un obstáculo que había en medio, en vez de sobrepasarlo fuese como fuere. Tras tenerlo que rodear me vi humillado a mí mismo. No era yo. No eran mis fuerzas. Mis fuerzas te las llevaste tú.

Llegué incluso al extremo de que no sabía andar, puedo prometer por mi vida que es totalmente cierto. Una pierna no articulaba bien, o iba más rápido, o se desviaba… cosa que me dio a entender una vez más que ese no era yo.

Solo tenía ganas de caerme al suelo y descansar ahí mismo, donde cayese. Pero preferí continuar con la marcha hasta llegar a mi meta. Meta que, nada más ver, lo último que sentí fue satisfacción, porque sabía que ahí era donde iba a desahogar mis penas. Meta que me hubiese gustado cambiar por otra. Pero que pensándolo bien, es la mejor meta, pues es el lugar donde descansare y es el lugar donde debo desconectar.

Sin duda alguna, esta es la peor vez que he caminado. En la soledad, en la indefensa, en la locura…

Pero sin embargo, no lo hubiese cambiado por nada. De hecho, lo recordare para el resto de mi vida. Pues ese camino que hice es exactamente igual que mi vida ahora mismo; sin fuerzas, con dificultades, y con una meta un tanto rara y angustiosa, pero por la cual hay que luchar y NUNCA RENDIRSE.

Porque tú eres mi meta. Y porque, tarde o temprano, llegare a ti. No sé cómo, ni cuando… solo sé que llegare. Solo sé que todo lo que estoy luchando por tan solo verte el rostro una vez más, va a tener sus frutos.


Llegare a mi meta.






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